Powered By Blogger

viernes, 17 de junio de 2011

El sitio aquel que llaman Luz

Sabemos bien que no,
que no vendrá de allá
-del sitio aquel que llaman luz-
la claridad.
Yno hablamos de ciudades
que por debajo de las noches
hasta crecen.

nosotros andamos tentaleando
con todos los sentidos,
como si sólo así pudiéramos tocar
incluso la palabra.

no nos fingimos ciegos
para avanzar la mano
buscando la salida
hacía un día que no nos pertenece.

Nuestros pasos tratan de llevarnos
hacia los otros
que tambien caminan.


Por algo hemos vivido
hasta subirnos a este ahora.
Por algo que va dejando en nuestra cara
una manera más nosotros.
El color se nos vuelve casi igual
al de los esos sitios donde hicimos
auqellas cosas más de uno.
Somos como los árboles, crecemos
porque le hacen falta al mundo
los nidos de la altura.
Así que qué de malo tiene
irse volviendo
la sombra de uno mismo.
Hemos vivido
no únicamente de algo nuestro.
Quien escuche no sólo su silencio
que lo entienda.
Que no se queme el sueño
antes de que amanezca
en las oscuras llamas
de la resignación,
que el niño enfermo escuche
las voces de otros niños;
no venga a reclamarlo
-con su guadaña gris-
la indiferencia.
Recuerde el pájaro más bello
de la noche
el mejor canto
para llamar la claridad.
Que traiga el ese día
lo que le falta a este.
Y que alguien acompañe
este ruego tan solo.



Delante de esta tierra casi seca,
no podemos mentir sino al contrario:
Sabemos bien que muchos han pensado
en lo baldío como algo conquistable.
No se imaginan lo que pesa el horizonte.
Si tocaran este aire tan viscoso
no sólo con la mano,
tal vez entenderían
que nada depende
únicamente de sí mismo.
Que ¿cómo es que podemos todavía
a ratos ser felices?
Miren atrás, allí
donde la luz no toca nuestras sombras:
nunca olvidamos que también
nosotros somos el paisaje.



He venido desde allá,
del otro lado de mí mismo,
repitiendo y repitiendo
que me escuchen.

Sólo he podido convencer
a algunos pocos;
y eso ha sido suficiente
para que pueda continuar
recordándoles a otros
lo de siempre.

He tratado de decir con claridad
lo que les digo,
aunque entiendo
que podrá parecerles poca cosa.
Y quizá nunca he logrado
que ni con gritos se comprenda.

Pero si tampoco así me escuchan:
al menos mírenme.

Ángel Carlos Sánchez